La niña de la carretera
Esta historia me la contó un joven, al que apenas conocí, pero cuyas palabras se me han quedado grabadas toda la vida, pues nunca dude de su sinceridad, ni tampoco tenía ningún motivo para mentirme.
Cada cierto tiempo recibo en mi trabajo a gente interesada en realizar prácticas de campo, estudiantes que están por terminar sus estudios, también en ocasiones cuando es necesario, entrevisto a gente que cubrirá alguna vacante dentro de la empresa.
El otro día, realicé una de estas entrevistas, se trataba de un muchacho de 25 años casado y con 2 hijos; lo primero que me sorprendió, es que en su currículo marcaba como único trabajo realizado la actividad de camionero.
Le realicé las preguntas de rutina, para saber si tenía el potencial necesario, así como la disponibilidad requerida y al final le pregunte por el sueldo. Para mi resultaba obvio que como camionero debía ganar mucho más de lo que le estábamos ofreciendo en esta empresa, y por esto me hizo dudar un poco de su historial.
Le pregunté y me platicó los motivos por los cuales había abandonado su anterior empleo, así que en broma le comenté que si no era porque hubiese visto "algún muerto en la carretera", o hasta a la misma llorona.
Por supuesto mi comentario fue de lo más inocente, ya que a cualquiera que le gusten las historias de terror, habrá escuchado alguna vez sobre apariciones en las carreteras, pero el muchacho que estaba frente a mí no lo tomó a broma.
Se puso pálido y secándose el sudor frío de las manos, comenzó a confesar lo que ahora les relatare a continuación...
"He sido camionero durante 6 años, y como usted dice estamos acostumbrados a escuchar todo tipo de leyendas y cosas que pasan en las carreteras, pero jamás viví nada en carne propia, hasta hace un par de semanas.
Me encontraba en camino a entregar una carga al municipio de Cajicá (Colombia), eran alrededor de las 2 o 3 de la madrugada, e iba solo, porque a última hora mi ayudante no había podido hacer el viaje. No había tenido mayor problema y no realicé ninguna parada hasta el kilómetro donde pasó lo que le contaré.
Había tenido que tomar una carretera alterna, ya que los patrones no habían querido darme para los peajes, y la verdad si iba un poco sugestionado, porque por esos caminos casi no transitó ya que son muy peligrosos en cuanto a inseguridad.
En eso voy llegando a un tramo, donde se suelen atravesar los animales, estaba lleno de resaltos cada 100 metros, y tuve que reducir la velocidad del camión. Al tercer tope distingo en la distancia a una persona parada a un costado de la carretera.
Avancé con el camión y estando más cerca distingo por las luces, que se trata de una niña vestida de blanco, con los pelos todos enbarañados y enjugándose el llanto con su falda.
Mi reacción fue de puro instinto supongo, pues frené el vehículo y me bajé de la cabina para ver a la pobre niña. Al acercarme veo que es como de unos 7 u 8 años, de piel morena y descalza; noté también que su vestido es parecido a los de primera comunión, pero estaba salpicado en varias partes de manchas rojas como si fuese sangre seca. Obviamente se me hizo muy extraño, pues no sabía que hacía una niña sola en medio de la carretera.
Me acerqué aún más y le dije: “Niña, no llores, ¿cómo te llamas?, ¿que haces en la carretera a estas horas?, ¿donde están tus papas?".
La niña llorando me mueve la cabeza como respondiéndome con un “no” silencioso, para inmediatamente después decirme: “Señor por favor ayude a mi mamá".
Sentí que me hervía la sangre, por la sorpresa de encontrarla así, y por mil y un cosas terribles que ya me imaginaba respecto a esa pobre niña y a su madre...
"Niña claro, que te ayudo solo dime donde está tu mamá".
Siguió llorando la inocente, y entonces con un gesto me señaló hacia un sembradío de mazorcas y echó a correr, yo la seguí ansioso por prestarle mi ayuda, olvidándome de pedir cualquier auxilio, o de la carga que llevaba.
Atravesamos medio maizal así en plena carrera, pero en algún momento empecé a pensar en lo extraño de aquello y mi mente se despejó de una especie de bruma que hasta entonces la envolvía.
Distinguí con más claridad la extraña luz que tenía la niña, una luz que la hacía perfectamente visible aún en medio de la noche y de aquel maizal. Y también supongo que por instinto, un temor profundo me acalambró todo el cuerpo.
Me paré en seco, tratando de recomponer mis ideas y al gritar para que la infante también se detuviera me percaté de un detalle escalofriante -La niña ya no tenía pies-, su vestido revoloteaba con el viento y ella seguía corriendo, pero sentía como una fuerza invisible me jalaba dentro del maizal y en ese momento supe que me tenía que marchar.
Algo en lo más profundo me advertía que si no me apuraba no regresaría vivo al camión.
Corrí de regreso hasta casi desfallecer, me trepé como pude a la cabina y en ese preciso momento al voltear hacia ventana, la niña estaba ahí observandome con una mirada penetrante, era casi imposible, ya que el camión era más alto que ella, me asusté tanto que arranqué la maquina con mucha fuerza.
La carga llegó toda rota a su destino, mis patrones me corrieron tomándome por un borracho después de escuchar mi historia y aquí me tiene ahora necesitado por mi esposa y por mis hijos.”
Hasta aquí se acaba su relato, el cual yo escuché fascinado y con espanto a la vez, al hombre no lo volví a ver, pues preferí hablarle con la verdad y decirle que en ese puesto aunque trabajase de sol a sol no ganaría lo necesario para mantener a 4 personas.
Días después se me ocurrió buscar en Internet noticias sobre aquel tramo de la carretera, y lo que encontré me ha llenado de inquietud y horror, pues en los últimos años se han encontrado ahí al menos 6 vehículos abandonados en la carretera, las investigaciones judiciales dicen que podría tratarse de bandidos; aunque jamás se hayan encontrado cuerpos o pedido rescates, pero ahora pienso que quizás se trate de fuerzas mucho más mayores...
Esta historia me la contó un joven, al que apenas conocí, pero cuyas palabras se me han quedado grabadas toda la vida, pues nunca dude de su sinceridad, ni tampoco tenía ningún motivo para mentirme.
Cada cierto tiempo recibo en mi trabajo a gente interesada en realizar prácticas de campo, estudiantes que están por terminar sus estudios, también en ocasiones cuando es necesario, entrevisto a gente que cubrirá alguna vacante dentro de la empresa.
El otro día, realicé una de estas entrevistas, se trataba de un muchacho de 25 años casado y con 2 hijos; lo primero que me sorprendió, es que en su currículo marcaba como único trabajo realizado la actividad de camionero.
Le realicé las preguntas de rutina, para saber si tenía el potencial necesario, así como la disponibilidad requerida y al final le pregunte por el sueldo. Para mi resultaba obvio que como camionero debía ganar mucho más de lo que le estábamos ofreciendo en esta empresa, y por esto me hizo dudar un poco de su historial.
Le pregunté y me platicó los motivos por los cuales había abandonado su anterior empleo, así que en broma le comenté que si no era porque hubiese visto "algún muerto en la carretera", o hasta a la misma llorona.
Por supuesto mi comentario fue de lo más inocente, ya que a cualquiera que le gusten las historias de terror, habrá escuchado alguna vez sobre apariciones en las carreteras, pero el muchacho que estaba frente a mí no lo tomó a broma.
Se puso pálido y secándose el sudor frío de las manos, comenzó a confesar lo que ahora les relatare a continuación...
"He sido camionero durante 6 años, y como usted dice estamos acostumbrados a escuchar todo tipo de leyendas y cosas que pasan en las carreteras, pero jamás viví nada en carne propia, hasta hace un par de semanas.
Me encontraba en camino a entregar una carga al municipio de Cajicá (Colombia), eran alrededor de las 2 o 3 de la madrugada, e iba solo, porque a última hora mi ayudante no había podido hacer el viaje. No había tenido mayor problema y no realicé ninguna parada hasta el kilómetro donde pasó lo que le contaré.
Había tenido que tomar una carretera alterna, ya que los patrones no habían querido darme para los peajes, y la verdad si iba un poco sugestionado, porque por esos caminos casi no transitó ya que son muy peligrosos en cuanto a inseguridad.
En eso voy llegando a un tramo, donde se suelen atravesar los animales, estaba lleno de resaltos cada 100 metros, y tuve que reducir la velocidad del camión. Al tercer tope distingo en la distancia a una persona parada a un costado de la carretera.
Avancé con el camión y estando más cerca distingo por las luces, que se trata de una niña vestida de blanco, con los pelos todos enbarañados y enjugándose el llanto con su falda.
Mi reacción fue de puro instinto supongo, pues frené el vehículo y me bajé de la cabina para ver a la pobre niña. Al acercarme veo que es como de unos 7 u 8 años, de piel morena y descalza; noté también que su vestido es parecido a los de primera comunión, pero estaba salpicado en varias partes de manchas rojas como si fuese sangre seca. Obviamente se me hizo muy extraño, pues no sabía que hacía una niña sola en medio de la carretera.
Me acerqué aún más y le dije: “Niña, no llores, ¿cómo te llamas?, ¿que haces en la carretera a estas horas?, ¿donde están tus papas?".
La niña llorando me mueve la cabeza como respondiéndome con un “no” silencioso, para inmediatamente después decirme: “Señor por favor ayude a mi mamá".
Sentí que me hervía la sangre, por la sorpresa de encontrarla así, y por mil y un cosas terribles que ya me imaginaba respecto a esa pobre niña y a su madre...
"Niña claro, que te ayudo solo dime donde está tu mamá".
Siguió llorando la inocente, y entonces con un gesto me señaló hacia un sembradío de mazorcas y echó a correr, yo la seguí ansioso por prestarle mi ayuda, olvidándome de pedir cualquier auxilio, o de la carga que llevaba.
Atravesamos medio maizal así en plena carrera, pero en algún momento empecé a pensar en lo extraño de aquello y mi mente se despejó de una especie de bruma que hasta entonces la envolvía.
Distinguí con más claridad la extraña luz que tenía la niña, una luz que la hacía perfectamente visible aún en medio de la noche y de aquel maizal. Y también supongo que por instinto, un temor profundo me acalambró todo el cuerpo.
Me paré en seco, tratando de recomponer mis ideas y al gritar para que la infante también se detuviera me percaté de un detalle escalofriante -La niña ya no tenía pies-, su vestido revoloteaba con el viento y ella seguía corriendo, pero sentía como una fuerza invisible me jalaba dentro del maizal y en ese momento supe que me tenía que marchar.
Algo en lo más profundo me advertía que si no me apuraba no regresaría vivo al camión.
Corrí de regreso hasta casi desfallecer, me trepé como pude a la cabina y en ese preciso momento al voltear hacia ventana, la niña estaba ahí observandome con una mirada penetrante, era casi imposible, ya que el camión era más alto que ella, me asusté tanto que arranqué la maquina con mucha fuerza.
La carga llegó toda rota a su destino, mis patrones me corrieron tomándome por un borracho después de escuchar mi historia y aquí me tiene ahora necesitado por mi esposa y por mis hijos.”
Hasta aquí se acaba su relato, el cual yo escuché fascinado y con espanto a la vez, al hombre no lo volví a ver, pues preferí hablarle con la verdad y decirle que en ese puesto aunque trabajase de sol a sol no ganaría lo necesario para mantener a 4 personas.
Días después se me ocurrió buscar en Internet noticias sobre aquel tramo de la carretera, y lo que encontré me ha llenado de inquietud y horror, pues en los últimos años se han encontrado ahí al menos 6 vehículos abandonados en la carretera, las investigaciones judiciales dicen que podría tratarse de bandidos; aunque jamás se hayan encontrado cuerpos o pedido rescates, pero ahora pienso que quizás se trate de fuerzas mucho más mayores...
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