Se cuenta que en México, hace mucho tiempo, hubo una
serpiente de colores, brillante y larga.
Era de cascabel y para avanzar arrastraba su cuerpo como una
víbora cualquiera. Pero tenía algo que la hacía distinta a las
demás: una cola de manantial, una cola de agua transparente.
Sssh sssh... la serpiente avanzaba. Sssh sssh... la serpiente de
colores recorría la tierra. Sssh sssh... la serpiente parecía un
arcoiris juguetón, cuando sonaba su cola de maraca. Sssh sssh...
Dicen los abuelos que donde quiera que pasaba dejaba algún bien,
alguna alegría sobre la tierra.
Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, mojando todo lo que
hallaba a su paso. Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos,
dándoles de beber a los plantíos, a los árboles y a las flores
silvestres. Sssh sssh... ahí iba por el mundo, mojando todo, regando
todo, dándole de beber a todo lo que encontraba a su paso.
Hubo un día en el que los hombres pelearon por primera vez. Y la
serpiente desapareció. Entonces hubo sequía en la tierra.
Hubo otro día en el que los hombres dejaron de pelear. Y la
serpiente volvió a aparecer. Se acabó la sequía, volvió a florecer
todo. Del corazón de la tierra salieron frutos y del corazón de los
hombres brotaron cantos.
Pero todavía hubo otro día en el que los hombres armaron una
discusión grande, que terminó en pelea. Esa pelea duró años y años.
Fue entonces cuando la serpiente desapareció para siempre.
Cuenta la leyenda que no desapareció, sino que se fue a vivir al
fondo de la tierra y que ahí sigue. Pero, de vez en cuando, sale y
se asoma. Al mover su cuerpo sacude la tierra, abre grietas y asoma
la cabeza. Como ve que los hombres siguen en su pelea, sssh... ella
se va. Sssh sssh... ella regresa al fondo de la tierra. Sssh sssh...
ella hace temblar... ella desaparece.
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