viernes, 25 de octubre de 2013

leyenda de las siete calles (Bolivia)


En el pequeño espacio que queda frente al mercado que la malicia pueblera ha dado en llamar “mercadito de oro” convergen tres calles. Una, la Suárez de Figueroa; otra la denominada Vallegrande y la tercera, La Isabela Católica, que corta a ambas en sentido diagonal. Apreciadas las tres en sus entradas y salidas, desde el espacio de frente del mercadito, seis calles. A pesar de ser solo seis el mundo conoce este lugar y el barrio circundante con el nombre de siete calles. Aquí va el origen de la denominación.
Desde los tiempos del rey hasta bien entrada la republica, eran siete, bien contadas. La séptima arrancaba
precisamente de donde es hoy el mercadito de oro e iba casi paralela a la prolongación de Isabel la Católica. Pero un buen día de esos, el propietario de los terrenos situados a uno y otro lado de la séptima tomo la heroica decisión de cerrar la calle o mas bien dicho el callejo que no era mas por entonces, para consolidar su propiedad y hacer que esta en vez de dos partidas a los eso fuera solamente un indivisible. Se trataba de un señor con bastante dinero en el bolsillo, muchas vinculaciones en la sociedad cruceña de la época y muy bien ubicado en política.
Sabida la noticia de aquel señor que había cerrado la calle en su provecho, sin importarle una pitajaya ni un guapomó los derechos y necesidades del vecindario, el presidente municipal, se vio obligado a tomar las medidas del caso. Pero como era también gobernista y muy amigo del cercador de calles, vio al lugar, observara lo hecho y finalmente resolviera lo que correspondía en justicia.
Dizque el tal intendente era hombre de poca sal en la mollera y, a más de eso, siempre dispuesto a dar la razón a quien gritase más fuerte. Llego al sitio del estropicio y como para cerciorarse de lo ocurrido, empezó a contar solemnemente, llevando el índice en dirección de cada una de las calles: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis… Nada más que seis.
Llego en eso el propietario y con la ironía por delante y firme decisión por detrás espeto al intendente: ¿Seis no mas, no?... Tuve un maestro de escuela, allá en la enconada, que me enseño entre otras cosas, lo siguiente: que cinco vocales son cuatro: a,e,io. No la u por que esta es de los cucus y los sumurucucus… te paso la lección a vos: las siente calles con seis. Contalas bien y andaite a tu despacho.
Dizque el intendente volvió con la lección aprendida, a más no poder. Y la paso a su vez al pueblo, como quien enseña una verdad incontrastable: Las Siete Calles no son mas que seis.

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